sábado, 7 de febrero de 2009

EL OLIVAR


La noche cálida caía,
mientras el olivar lo bañaba la luna,
regocijos de luz se ceñían;
entre las hojas y las aceitunas.
De pronto se oía a lo lejos,
el silbido de una lechuza,
el aire olía a añejo;
mezcla de esencia Andaluza.
El viento mecía sus ramas,
haciendo caer sus frutos,
son, que rompía la madrugada;
en la tierra de los conjuros.
Se divisaba presta su figura,
cayendo en declive presuntuoso,
deshilvanaba sus troncos a oscuras;
un gigante verde y hermoso.
Se dormían arrulladas por la luna,
nana, nanita ea, las olivas,
buscando sueños de lluvia;
sus hojas perennes caían.
Adornaban la tierra cansadas,
las aceitunas verdes y negras,
cubrían su espacio rizadas;
esperando las manos de una hembra.
Manos que recogieran,
el fruto de troncos retorcidos,
llevados a la almazara, extrajeran;
el oro verde de los olivos.
Pero mientras soñaba el gigante,
sombras de plata se esparcían,
mientras el clarín del gallo desafiante;
anunciaba las claritas del día.
Secase el olivar de la luna,
decoroso alzaba su manto verde,
ya se perdió la luz de sus aceitunas;
en Andalucía, sus troncas se retuercen.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola bonito poema